He vivido muchas leyes de educación y nos hemos tenido que adaptar a la ley de turno, pero teniendo muy presente que los niños y niñas son lo más importante de la educación porque son la base de la sociedad. Por ese motivo sigo exigiendo un pacto por la educación de una puñetera vez.
Empieza una nueva etapa de mi vida, aunque estoy como en una nube. Cuando llegue septiembre me haré a la idea, ahora estamos de vacaciones...
Escrito de mi amiga, compañera y mi dire Isa:
"HOMENAJE A MARÍA
Comenzamos con dos palabras hermosas y llenas de
contenido. Querida, porque en todos has dejado tu huella y los que nos hemos
reunido aquí te queremos y, maestra, porque tras una larga vida dedicada a la
enseñanza hoy te llevas el título con mayúsculas.
Muchas gracias, maestra Isa.
Escrito de mi antiguo dire y amigo, Rafael:
Gracias, Rafael.
Querida maestra María:
La mayoría de los seres humanos no tienen más de
cinco o seis personas que los recuerden, sin embargo, los maestros tenemos
miles de personas que nos recuerdan el resto de sus vidas. Maestros son los que
dejan huella y, desde luego María, tú la has dejado, no sólo en tus alumnos,
sino también en todos los compañeros que hoy te acompañamos.
Es cierto, querida compañera, ya lo hemos
comentado otras veces, que con tu partida se está acabando la semilla de una
categoría de maestros dedicados, comprometidos y vocacionales, y que el colegio
Sánchez Velayos se queda sin los pilares, sin los puntales que un día lo
sustentaron y le dieron señas de identidad. Anclarse en el pasado es sinónimo
de estancamiento, pero quienes creemos tanto en la educación como en la
enseñanza, en ocasiones, echamos en falta la pérdida de esos lazos
imperecederos que unían a maestros y alumnos desde el respeto y el cariño
profundos. Evidentemente, el tiempo no se detiene y no debe detenerse. Envueltos
en la nostalgia, muchos recuerdos de todo lo compartido y aprendido vivirán en los
que nos quedamos e intentamos, dignamente, seguir tu testigo y dignificar la
profesión.
Sabemos que en estos días de despedida te han
venido a la mente los recuerdos de tu inicial peregrinaje por pueblos y aldeas,
escuelas unitarias con dotaciones materiales escasas, pero con una ilusión y un
entusiasmo propios de quien comenzaba y que te ayudaban a superar todos los
obstáculos. Sabemos que casi toda tu vida laboral ha sido dedicada a dar lo
mejor de ti a muchas generaciones de niños de Ugíjar que han crecido en las
aulas de nuestro colegio Sánchez Velayos. No has querido hablarlo mucho, porque
no te haces a la idea de que se cierra una etapa, pero hemos sido testigos y sabemos
que la nostalgia, y una ilusión y entrega casi tan puras como la de los primeros tiempos, han cosido
los últimos días de tus clases. Querida maestra, tú ya has cumplido con tus
obligaciones, ya has prestado a la sociedad el servicio que te exigía, por eso
ahora a los que seguimos en la escuela nos toca continuar con esa labor que en
ti hemos visto, contribuyendo con un magisterio como el tuyo, a hacer una
sociedad más culta, más justa, más solidaria y más libre.
En estos días de emociones intensas, recordarás
episodios buenos y menos buenos, pues de todo habrá habido en tu paso por las
aulas del Sánchez Velayos. Pero, afortunadamente, aunque la memoria es
caprichosa, suele ser muy selectiva y tiende a recordar los acontecimientos más
gratificantes y a arrinconar los más desagradables. Fíjate qué pequeña
selección de imágenes positivas de tu magisterio está pasando ante nosotros. Aférrate
a ellos y degusta todos tus recuerdos con fruición. No obstante, no te
conviertas en una rehén del pasado, el presente está aquí, María, y ahora te
toca vivirlo con la intensidad que tú sabes y exprimir al máximo la nueva y
larga etapa de quietud y tranquilidad que se abre ante ti.
Y ten la seguridad de que formas parte de nuestra
historia, de nuestras experiencias y, por tanto, de nuestras vidas. Pasados los
años te seguiremos recordando desde lo más profundo de nuestro ser, aflorarán
tus palabras, tus risas, tus bromas, tus gestos, tu entrega de maestra
comprometida y trabajadora y con este gesto te convertiremos en inmortal, pues
iremos dejando testigo de tu magisterio en todos y cada uno de los alumnos que
cada comienzo de curso escolar llenen los pupitres a los que un día tú
enseñaste a leer con esfuerzo y tesón.
Hoy, te despedimos con sentimientos encontrados:
una mezcla de tristeza y alegría por tu marcha. Suponemos que así son las
despedidas. Te marchas con una biografía pedagógica que ha contribuido a
mejorar nuestro proyecto educativo y a enriquecer la vida de nuestro colegio.
El trabajo responsable y eficiente, la honradez profesional y la entrega y el
compromiso con todos, pero sobre todo con los que menos tenían, han sido tus virtudes
más destacables. No en balde todos te recordaremos con la mejor definición que
un alumno pudo hacer de ti: “La maestra María es una maestra paya con corazón
gitano”.
Quizás ahora sientas inquietud por el futuro
próximo, que temas no saber cómo llenar el vacío que la falta de la escuela va
a suponer tras el verano. Deseamos que la jubilación recién adquirida, ese
merecido descanso después de tantos años en la trinchera, se convierta en una
etapa de sosiego para ti, de mayor libertad para dedicarte a personas o
aspectos que el trabajo cotidiano te ha impedido realizar con la intensidad
deseada. Todos sabemos que seguirás regalándonos maravillosas sesiones de
fotografía durante tus diarios paseos, que el descubrimiento de la pintura
liberará inquietudes creativas y que retomarás tu maravillosa afición a la
lectura. Esperamos y deseamos que cuando tus amistades te pregunten: “¿Qué tal
llevas la jubilación?” respondas
diciendo: “ Me encuentro jubilosa", pues esa palabra lleva
implícita la idea de júbilo, de alegría, de regocijo. Siéntete feliz, también,
María, al ser consciente de la tarea realizada y el deber cumplido. Sabemos que
sabrás llenar imaginativa y activamente ese hueco que ocasiona la jubilación.
Deseamos que este descanso recién conquistado se convierta en una etapa de paz,
de mayor libertad para dedicarte a todo aquello que el trabajo diario a lo
largo de treinta años de docencia, te impidió realizar. Querida compañera, ahora
siente el orgullo, la felicidad y la plenitud que aporta la satisfacción del
deber cumplido.
Esperamos, deseamos y confiamos en que el curso
próximo nos visites. Nosotros seguiremos en la brecha, intentando ser esa clase
de maestro íntegro y digno de la que tu generación puede presumir. Nos
encontramos en el Sánchez Velayos, maestra, porque allí, en su corazón, ha
quedado el trazo de tu magisterio y recuerdo para siempre.
Gracias por tu ejemplo, gracias por todo, gracias
por tanto. A tu lado hemos aprendido mucho, mucho más de lo que imaginas.
C.P.R. “Sánchez Velayos”
28 de Junio de 2017"
Me lo ha mandado mi amiga Conchi:
"Se van.
Recogen sus cosas de la clase en una cartera, apagan la luz y se van.
Llegaron en los setenta y a principios de los ochenta. Con sus gafas de pasta, su barba, sus pantalones de pana, sus faldas demasiado largas o demasiado cortas.
Llegaron a centenares, llenando colegios hechos a toda prisa a los que pusieron nombre de poetas o de viejos pedagogos proscritos.
Llegaron con una inmensa sed de aprender a enseñar.
Pintaron los muros grises de las escuelas con dibujos infantiles.
Querían cambiar el mundo con papel continuo, unos pinceles y unos botes de témpera.
Aprendieron en las escuela de verano a bailar, a tocar el pandero, a hacer pasta de papel o a conocer el nombre de los árboles y de los pájaros.
Se contagiaban unos a otros su ignorancia y la urgencia de cambiar una España aún demasiado sucia, demasiado triste.
Se quitaron el don para tutearse con la gente. Ahora los maestros eran solo Jesús, Joaquín, Paloma, Javier, Nieves, Isidoro o Fernando.
Llenaron las bibliotecas de libros y de algún lector. La literatura infantil y juvenil se puso de moda y empezó a ser algo más que Julio Verne o Salgari.
Aquellos profes volvieron a sacar a los chicos al campo, a ver las montañas, los ríos, más allá de los Atlas.
También a las calles de los barrios rescatando los carnavales, con ropas viejas y cabezudos de cartón.
Con sus propios errores y con los ajenos fueron perdiendo por el camino sus utopías. No todas. Quizá la mayoría.
Soportaron el capricho y la estupidez de los políticos y legisladores. Protestaron, a veces no lo suficiente. No les escucharon nunca.
De progres e ilustrados pasaron a ser analfabetos digitales. Pero todo se aprende si se quiere. Mal, pero se aprende.
Y -como dice la canción- el tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos. Menos para los alumnos. Ellos los siguen viendo como siempre, aunque tenga la misma edad que sus abuelos.
Cada año en el colegio se jubila uno o dos y deja la escuela en esos días azules, con ese sol de la infancia.
Sus primeros alumnos tienen ya cuarenta años o casi. Son los famosos millennials. Algunos son parados o médicos, enfermeros, abogadas, taxistas incluso algún profesor. Son el resultado de años de trabajo sin ver nunca el fin ni el principio.
No todo fue inútil. Los hay generosos, con talento y un punto de rebeldía. Viven en España y algunos
-demasiados- también en el extranjero.
Puede que paseen más por internet que por la calle. Tal vez alguno dejó colgado los estudios y el futuro y se mire las manos vacías. Eso, amigo, no se aprende en la escuela, por desgracia.
Pero sobrevivieron a la EGB, al viaje de fin de curso a Mallorca, a los amores y desamores, a la desilusión y ahora a la crisis económica.
La mayoría rechazan la idea de que nada cambiará. Lo aprendieron coloreando con plastidecor y rotuladores Carioca, oyendo las viejas canciones que hablaban de que los piratas pueden ser honrados y los príncipes, malos.Que a los lobitos buenos les maltraban los corderos, y por eso, ellos no quieren ser ni corderos ni borregos.
Se van los profes de la EGB con el pelo gris o sin pelo. Pero se van contentos. Hicieron lo que pudieron. Más o menos. Así que se sienten pagados cuando les reconoce por la calle la sonrisa tímida de una exalumna o reciben el abrazo de un muchachote con entradas que quizá se llame Sergio ¿o era Iván?
Entonces , nuestro corazón se alegra. Luego recogemos nuestras cosas y decimos, diremos adiós.
Un profesor de EGB."
.
"Se van.
Recogen sus cosas de la clase en una cartera, apagan la luz y se van.
Llegaron en los setenta y a principios de los ochenta. Con sus gafas de pasta, su barba, sus pantalones de pana, sus faldas demasiado largas o demasiado cortas.
Llegaron a centenares, llenando colegios hechos a toda prisa a los que pusieron nombre de poetas o de viejos pedagogos proscritos.
Llegaron con una inmensa sed de aprender a enseñar.
Pintaron los muros grises de las escuelas con dibujos infantiles.
Querían cambiar el mundo con papel continuo, unos pinceles y unos botes de témpera.
Aprendieron en las escuela de verano a bailar, a tocar el pandero, a hacer pasta de papel o a conocer el nombre de los árboles y de los pájaros.
Se contagiaban unos a otros su ignorancia y la urgencia de cambiar una España aún demasiado sucia, demasiado triste.
Se quitaron el don para tutearse con la gente. Ahora los maestros eran solo Jesús, Joaquín, Paloma, Javier, Nieves, Isidoro o Fernando.
Llenaron las bibliotecas de libros y de algún lector. La literatura infantil y juvenil se puso de moda y empezó a ser algo más que Julio Verne o Salgari.
Aquellos profes volvieron a sacar a los chicos al campo, a ver las montañas, los ríos, más allá de los Atlas.
También a las calles de los barrios rescatando los carnavales, con ropas viejas y cabezudos de cartón.
Con sus propios errores y con los ajenos fueron perdiendo por el camino sus utopías. No todas. Quizá la mayoría.
Soportaron el capricho y la estupidez de los políticos y legisladores. Protestaron, a veces no lo suficiente. No les escucharon nunca.
De progres e ilustrados pasaron a ser analfabetos digitales. Pero todo se aprende si se quiere. Mal, pero se aprende.
Y -como dice la canción- el tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos. Menos para los alumnos. Ellos los siguen viendo como siempre, aunque tenga la misma edad que sus abuelos.
Cada año en el colegio se jubila uno o dos y deja la escuela en esos días azules, con ese sol de la infancia.
Sus primeros alumnos tienen ya cuarenta años o casi. Son los famosos millennials. Algunos son parados o médicos, enfermeros, abogadas, taxistas incluso algún profesor. Son el resultado de años de trabajo sin ver nunca el fin ni el principio.
No todo fue inútil. Los hay generosos, con talento y un punto de rebeldía. Viven en España y algunos
-demasiados- también en el extranjero.
Puede que paseen más por internet que por la calle. Tal vez alguno dejó colgado los estudios y el futuro y se mire las manos vacías. Eso, amigo, no se aprende en la escuela, por desgracia.
Pero sobrevivieron a la EGB, al viaje de fin de curso a Mallorca, a los amores y desamores, a la desilusión y ahora a la crisis económica.
La mayoría rechazan la idea de que nada cambiará. Lo aprendieron coloreando con plastidecor y rotuladores Carioca, oyendo las viejas canciones que hablaban de que los piratas pueden ser honrados y los príncipes, malos.Que a los lobitos buenos les maltraban los corderos, y por eso, ellos no quieren ser ni corderos ni borregos.
Se van los profes de la EGB con el pelo gris o sin pelo. Pero se van contentos. Hicieron lo que pudieron. Más o menos. Así que se sienten pagados cuando les reconoce por la calle la sonrisa tímida de una exalumna o reciben el abrazo de un muchachote con entradas que quizá se llame Sergio ¿o era Iván?
Entonces , nuestro corazón se alegra. Luego recogemos nuestras cosas y decimos, diremos adiós.
Un profesor de EGB."
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